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miércoles, 21 de julio de 2010

"La lavandera" un vallenato necesario

Por: José Carlos Molina B
Abogado litigante. Presidente del colegio de abogados de Maicao CODAMA

Siempre he querido escribir sobre la música vallenata, que para mi gusto es la mejor del mundo, o por lo menos (para no entrar en calificaciones) es con la que mejor me identifico emocionalmente. La música, si no logra trasmitir y despertar un sentimiento en el ser humano, carece de sentido y el vallenato es eso, puro sentimientos; es además la expresión más autentica de una región que sufre, llora, ríe, se enamora y a pesar que mediante prevaricatos y peculados le han secuestrado su esperanza, no le ha podido arrebatar su alegría, la que expresa cantando.

He disfrutado de hermosísimas canciones, innumerables, pero hoy quiero referirme de manera exclusiva a una canción que desde el primer día que la escuché, en el año 1982, me causó una gratísima impresión por su profundo contenido social, humano y poético. Me refiero al tema “LA LAVANDERA” canción de la autoría de Daniel Celedón, grabada al lado de su compañero más insigne, Ismael Rudas; trabajo titulado “Tesoro Musical”.

Desde el inicio de la canción uno queda atrapado en la historia, cuando el autor comienza narrando el paso de una mujer que tiene por oficio lavar ropa ajena. Sin duda es un homenaje a las mujeres que se dedican a ese pobre “oficio de batea”. Describe con una fuerza narrativa de forma magistral y poética a las mujeres lavanderas, “Comadres de conciencia buena”, que mientras uno escucha la canción pareciera estar observando de manera impotente aquella escena dramática.

El autor e interprete Daniel Celedón, aprovecha la trama para denunciar la injusticia social, el “mugre de la sociedad”, la falta de empleo, de oportunidades; falta de equidad que a pesar de los años sigue teniendo vigencia. Esta canción guarda el equilibrio perfecto, difícil y escaso de plantear en un tema musical, como es narrar situaciones de denuncias y tristeza sin perder la belleza musical y poética.

En unos de los apartes de la canción, el autor en su denuncia describe con maestría, la realidad de la lavandera, que es al mismo tiempo la situación que padecen los obreros, los hombres y mujeres que viven del “REBUSQUE” en los semáforos, los parques y en general en las calles de Colombia. Dice: “Lavandera de poca sombra, nadie te nombra nadie te llama y en tu casa hay llanto de sobra si lo que cobras ya no te alcanza, cada aurora un bojote de ropa y en cada gota se te va el alma, forjadora misión de pompa, jabón que engloba desesperanzas”.

Definitivamente “LOS MÚSICOS LE COMPONEN Y LE CANTA A SU GENERACIÓN”, como en alguna ocasión les escuché decir en una tertulia a los connotados investigadores del vallenato Emmanuel Pichón Mora y Abel Medina Sierra; quizás eso explica un poco, que esta generación de compositores y cantantes motivados por una generación con otro tipo de expectativas, de preocupación y gustos no acudan a la denuncia social necesaria en procura de propiciar y/o reclamar cambios sociales.

“Lavandera manduquendo vas todo el mugre de la sociedad, dale duro dale más y más que hay tantas cosas que den blanquear”.

viernes, 15 de agosto de 2008

DE ACORDEONES, BANDONEONES, POESÍA Y VALLENATO

Por Naudín Gracián

“El acordeón ha demostrado que, en manos de auténticos virtuosos, se constituye en uno de los instrumentos más versátiles que existen”.
Julio Oñate Martínez


Manifestó Juan Manuel Roca que, como una muestra más de nuestra demalas histórica, parece ser que al mismo alemán que dejó en Argentina un bandoneón, se le cayó en Colombia un acordeón, “que es un pitico”.
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Quise participar en el conversatorio aclarándole de antemano que admiro su poesía y respeto su palabra, con el fin de que quedara claro que solamente me movía a controvertirlo el no estar de acuerdo con ese punto de la presentación que acababa de hacer del libro El tango en su palabra. Parece ser que el muy respetado poeta ignora que una afirmación de esa índole es una especie de insulto a todo el caribe, pues solamente dos países de esta importante y rica región (cultural y musicalmente hablando) no tienen música de acordeón: Cuba y Jamaica.
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Es más, hasta los más respetados vallenatólogos reconocen que no es en Colombia donde han nacido los más virtuosos ejecutantes de este instrumento, como lo asegura Julio Oñate Martínez en El acordeón en el caribe colombiano (Respirando el caribe, Memorias de la cátedra del caribe colombiano, Bogotá, 2001) cuando afirma que “King de la Rosa (dominicano) conocido como “Manos Biónicas” impresiona de verdad (…) y la velocidad con la que este mago del acordeón realiza sus ejecuciones: la mente no alcanza a seguir la evolución de una secuencia musical cuando ya King está desarrollando otra”.
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Y luego asegura que “el único acordeornero colombiano, capaz de competir (…) con los dominicanos es Aníbal Velásquez”. Incluso es conocido que en el Festival de la Leyenda Vallenata, espacio de culto al acordeón por excelencia, se han presentado y han sido premiados u homenajeados ejecutantes de este instrumento, no solamente nacidos fuera de la costa atlántica colombiana, sino incluso en el extranjero, como Dorindo Cárdenas, el panameño compositor del conocidísimo Festival en Guararé y Oswualdo Ayala, también panameño, compositor de Anhelos. Creo entonces que, auncuando se denigre del vallenato, ese no es motivo suficiente para menosvaler el acordeón como instrumento.
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Con respecto a la afirmación de Juan Manuel Roca en el mismo acto, refiriéndose a que el tango es la música folclórica del mundo más enriquecida o estrechamente relacionada con la poesía, no me atrevo a contradecirlo, pero me gustaría estar seguro de que su postulado (bastante temerario) está basado en un conocimiento profundo de todas las músicas folclóricas, y no sólo en su amor (muy respetable) por el tango.
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Como yo escasamente he escuchado uno que otro vallenato, es de la única música que me atrevería a decir alguna cosita. Por ejemplo que, en cierta ocasión, un miembro del Taller de Literatura de la Biblioteca Pública Piloto nos entregó a cada participante una fotocopia de un formato que debíamos llenar respecto a los libros que estábamos leyendo, con el fin de hacer un estudio sobre nuestras inclinaciones de lectura. Alguien le preguntó que si se podía incluir cualquier clase de libros y él dijo que no, que sólo lo que estuviéramos leyendo de literatura, que no fuéramos a incluir por ejemplo cancioneros…
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En ese punto lo interrumpió Manuel Mejía Vallejo (y es muy reconocido lo tangófilo de vieja data que era Manuel Mejía: por algo escribió Aire de Tango) para decirnos que dependía del cancionero, pues si era de Rafael Escalona sí debíamos incluirlo, ya que era verdadera poesía. Yo, particularmente, respeto mucho la obra de Rafael Escalona, pero creo que el valor literario de las letras vallenatas no es exclusivo suyo, y que debe estudiarse y valorarse en ese sentido la obra de Leandro Díaz, Dangond, Gustavo Gutiérrez, Rosendo Romero, entre otros, algunos de los cuales incluso disfruto más por sus aciertos poéticos.
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Es muy poquito lo que yo sé porque lamento mucho que soy sordo para la música, pero he leído y escuchado opiniones de gente que sabe de esas cosas. Por ejemplo, que el vallenato no es tan dependiente del acordeón como comúnmente se acepta.
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De hecho, uno de los festivales más respetados de este género es el de Codazzi, Cesar, en el cual no se estira ni un solo fuelle en tarima; todos los compositores vallenatos trabajan y “montan” sus canciones en guitarra, y en los conjuntos vallenatos de jerarquía siempre vemos una guitarra que nadie escucha, aparte del cantante, para quien es tan importante que los he visto parar una canción con violencia porque el guitarrista no les da la talla.
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Otro aspecto complejo es el del estilo de los compositores. Es normal que un conocedor de esta música, al escuchar uno o dos versos de una canción que no ha escuchado nunca, pueda decir que es de Equis o Ye compositor, basado en el tamaño de los versos, en el ritmo o en su forma de expresarse. También es curioso que la nota musical del acordeón sea tan distintiva que se acostumbra acusar a un acordeonista porque toma la nota de otro.
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Hace algún tiempo escuchaba una canción interpretada por Poncho Zuleta cuando me di cuenta de que la nota del acordeón era de Juancho Rois. Me extrañé mucho que Emilianito Zuleta se hubiera puesto a imitar, pues no conocía que Poncho hubiera grabado ningún trabajo musical con Juancho. Luego me enteré de que, efectivamente, la letra era de Juancho Rois y que éste había metido algunas notas con su acordeón en ese trabajo.
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Otra cosa que me causó curiosidad fue que hace poco disfrutaba con unos amigos en una parranda, cuando noté que uno de ellos (intérprete de música vallenata) estaba silencioso y con la cabeza agachada. Le pregunté la razón y me dijo que cuando alguien cantaba mal le provocaba dolor de cabeza. ¡Qué sorpresa tan grande fue para mí eso!, pues escuchábamos a uno de los intérpretes no sólo más famosos de este género, sino tan respetado que se dan trofeos a la mejor voz con su nombre, y es conocido como “El Tenor” del vallenato.
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Basado en estos apuntes, hubiera aprovechado la intervención para decirle a Juan Manuel y a los presentes, quienes disfrutaron mucho estas afirmaciones del gran poeta, precisamente porque son los estereotipos que se manejan en estos círculos y que se repiten, como dogmas, hasta el cansancio sin una investigación o argumentación válida, que esto de la música vallenata no es tan simple como ellos lo ven desde su promontorio de desprecio.
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Recientemente se ha impuesto la costumbre, en nuestro medio, de que cuando alguien pretende hablar de las virtudes de un género musical, obligatoriamente habla mal del vallenato, de la misma manera como vemos que cuando alguien pretende que lo consideren conocedor de la cosa literaria, habla mal de García Márquez. (Sólo a los árboles con frutos les tiran piedras).
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Incluso recientemente apareció con estruendo un tal Frente Antivallenato, compuesto principalmente por músicos de otros géneros folclóricos. Eso me parece tan absurdo como el político de mi pueblo que para defenderse de unas acusaciones dijo que quien lo acusaba era más corrupto que él: con esa respuesta simplemente aceptó que sí era corrupto. Para uno defender su producto, en este caso su música, no tiene que atacar el de otro pues, ¿quién garantiza que si la gente deja de escuchar vallenato automáticamente empezará a escuchar porro, cumbia, pasillo o tango?
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Las veces que he visto mermada en Colombia esta música por otra ha sido frente al rock, la lambada, el rap, la champeta y ahora el reggetón, alternativas que no creo las más enriquecedoras literaria ni musicalmente hablando para nosotros como colombianos.
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Me hubiera gustado participar en el mencionado conversatorio diciéndole estas cosillas al maestro Juan Manuel Roca y a su cautivo público tangófilo, pero vi que hubiera sido una intervención demasiado larga y que realmente no poseo los más básicos conocimientos necesarios para contradecirlo. Sin embargo, qué enriquecedor sería presenciar una conversación suya con Rafael Escalona, Adolfo Pacheco, Daniel Celedón, Calixto Ochoa, Daniel Samper, Julio Oñate o cualquiera de esos reconocidos vallenatólogos que sí tienen argumentos con los cuales defender esta hermosa música.

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