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jueves, 12 de noviembre de 2009

Reflexión: La pobreza, ¿un mal…?.

DIOMEDES DIAZ MAESTRE: "Por eso el mundo para ser mundo/tiene que haber de todo un poquito/se necesita el acomodado/se necesita el pobre y el rico"

Por: Jesús Solano Rodríguez

En una sencilla estrofa de un cantar campesino, Diomedes Díaz expresa el equilibrio que representa la riqueza y la pobreza, para el desarrollo de la humanidad. Es decir, la importancia relevante que tiene y ha tenido la pobreza material a lo largo de la historia del hombre.

El tema pobreza frente a riqueza entraña, de fondo, el equilibrio del que estamos hablando. Ser rico presupone tener los suficientes recursos “económicos” para solventar todas las necesidades de orden material que requiere una persona y su entorno familiar para vivir, de acuerdo a sus niveles socioeconómicos, regularmente con características suntuosas. Ser pobre, en cambio, significa acomodar lo que se pueda disponer para satisfacer las necesidades básicas. Más de las veces insatisfecha.

Podríamos enumerar varias clases de pobreza: Podemos encontrar pobreza material, pobreza espiritual, pobreza moral e incluso la pobreza etno-cultural.

El término pobreza está íntimamente ligado al concepto cultural, desde el plano universal. Se suele aplicar y/o asemejar pobreza y riqueza a los términos sur y norte. Se relacionan los conceptos pobreza y riqueza al blanco y al negro - indio, o de quien se piense pertenece a una raza o etnia supuestamente menor a la dominante. El mundo entero, desde los más letrado hasta los verdaderamente pobres desde el punto de vistas de las necesidades básicas insatisfechas se casaron desde tiempos inmemoriales con este juego de roles.

Definamos pobreza para describir aquel individuo que no puede satisfacer las necesidades básicas que todo ser humano merece. La interpretación materialista de pobreza la definiríamos como la carencia de bienes materiales para el desarrollo de la vida humana: "pobre es quien no tiene dinero."

La pobreza no es sólo del orden material, existen otros tipos de pobreza que son en esencia mucho más dañinas que la primera, pues de alguna manera esos otros tipos de pobreza, limitan la capacidad del ser humano para lograr objetivos en la vida, o son inspiradoras de todo tipo de sentimientos compasivos.
Hay pobres de pobres. Hay pobres que, incluso, hay que entenderlos primero con lástima o pesar.

Es la gente que busca más comprensión o lástima que ayuda para resolver sus necesidades. Se acostumbran a vivir de la lástima y se han estereotipado como los que necesitan que se le solucione todo, antes de que se le den las herramientas para que ellos aprendan a resolver sus necesidades.

Considero que a la gente hay que enseñarla a pescar, no darles el pescado, incluso, preparado. Si como gerentes sociales optamos por ser extremadamente benefactores, convertimos a esta gente en una carga impositiva para la sociedad, quitándole la oportunidad de ser productivos y en últimas negándole las capacidades que puedan tener y poner al servicio de la comunidad y de su propia familia.

Debemos resolverle el problema de la falta de trabajo a la gente. No llevarle el mercado periódicamente.
A los desplazados debemos verlos como lo que son: seres humanos que por razones violentas han perdido “el tren” de su vida e incluso sus pertenencias materiales. Centenares de estos compatriotas que voy vemos deambular por las calles del país tiene en su haber muchas capacidades que no hay podido “seguir” explotando. A ellos hay que ofrecerles, como gerentes sociales, oportunidades laborales de acuerdo a sus respectivas capacidades. No convertirlos en lo que hoy, realmente son para muchos, una carga de resentimiento social.

Debemos trabajar para erradicar la pobreza y el hambre de nuestras comunidades trabajando en las siguientes líneas políticas: Creación de empresas en comunidades de bajos ingresos; generación de ingresos en comunidades de bajos ingresos; reincorporación al mercado laboral y social de los desplazados y mejorar las condiciones de hogares que habitan en asentamientos precarios.

El ser humano materialmente pobre, como cualquier otro hombre, merece respeto y el mismo comenzamos a dárselo cuando aprendamos en sociedad a verlo como lo que son. Comenzamos a respetarlo cuando comencemos a acercarlo a las oportunidades laborales y a los servicios que ofrece el estado para todos sus connacionales; cuando comencemos a valorarlos como seres humano y le demos oportunidades de desempeñarse en quehaceres productivos, entonces le estaremos inyectando la dosis de valores éticos y morales que le elevarán su autoestima, tal como los necesita la sociedad y los reclama Diomedes en su sabio canto:

Ay! campesino trabajador/ no reniegues de tu pobreza (bis)/No desees la riqueza ajena/que tú también tienes tu don (bis)

viernes, 1 de febrero de 2008

La columna de Jesús Solano. De mis recuerdos y otras cosas: el Maicao del ayer

Yo quiero seguir recordando cosas de mi infancia e inicio de mi juventud en las calles polvorientas y arenosas del Maicao que me motiva.

Recordar sitios y situaciones comunes para muchos nativos y forasteros, muchos de ellos, más maicaeros que los que nacieron en esta ciudad pero que le son indiferentes.

En un escrito anterior hacía alusión a algunas cosas que no podrán olvidar ninguno de los maicaeros de los que aquí nacieron o de los que aquí se criaron, sin haber nacido aquí.

Hoy recuerdo por ejemplo, las carreras, muy en las madrugadas, tras los camiones cisternas o “carros tanques” para obtener un poco del preciado líquido; carreras incluso que nos llevaban hasta las instalaciones del acueducto, alguna vez en Pastrana, otra en Santander y luego a la salida de Carraipía, en donde debíamos entrar en una verdadera puja con otros “usuarios del agua” y con el mismo conductor del carro tanque para obtener un viaje o unas cuantas “latas” del preciado líquido.

Recuerdo las radionovelas criollas de Radio Península y Radio Tribuna. “Yo soy la maldad” por ejemplo, en donde un pequeño elenco de artistas locales quisieron, sin apoyo, salir del anonimato.

Cómo olvidar, las veladas nocturnas de los teatros Sandra ubicado en la calle 13 entre carreras 10 y 11, justo a un abajo de Juan Hotel, que junto al Teatro México transmitían películas del país aztecas. Películas de rancheras como las de Antonio Aguilar, Pedro Infante y otros más; de lucha libre como las de Blue Demond, y Santos “El Enmascarado de Plata” y aquellas cómicas de Tintan, Capulina y Cantinflas que tanto le gustaban a mi tíos Chulo Polanco, Manillo Solano y a mi viejo Tacio. A propósito a quienes muchos por cariño en el pueblo les decían los tres mosquetero.

También el teatro Amira y posteriormente el Imperio divirtieron a muchos nativos y extraños que les tocaba pasar la noche en Maicao, luego de hacer sus compras para salir tempranito en buses de las empresas interdepartamentales que se ubicaban al frente de la alcaldía, pero en la parte de atrás. Campanella, el locutor más recordado por sus miles de anécdotas decía: “… es la única alcaldía que la entrada es por la culata”.

En ese Maicao de antes había diversiones, aunque no le parezca. Imagínese que teníamos hasta cancha de bolos. Sí… ¿No me cree? Pregúntele a la Negra Alicia para que vea que justo diagonal en donde ella coloca su mesa de comida todas las noches desde hace más de 30 años, por ahí al lado de los tradicionales “Plátanos”, quedaba la cancha de bolos.

Ah… y a la vuelta de La Negra Alicia, es decir en la carrera 13 entre calles 12 y 13 quedaba un sitio de diversión masculina que difícilmente podremos olvidar quienes estemos en los 40 años hacia arriba. Apuesto a que sin decirlo más de uno evocará aquel nombre muy extraño para nuestro léxico: Normandí. Sí Residencias Normandí en donde estaban las más jóvenes y hermosas meretrices que se disputaban sus atributos con las chicas del Juventud y con las de Residencias Ligia, por los lados del Mercadito Guajiro.

Pero no sólo sitios como esos tuvo mi pueblo. Apuesto que no muchos recordarán que aquí existió un periódico semanario que se llamaba La Polémica y por cierto en donde yo hice mis escritos cuando tenía unos diez u once años. Bueno eso no tiene nada de curioso, en efecto aquí ha habido muchos periódicos locales; hasta yo tuve el mío. Lo especial de este es que se tiraba en Maicao, se imprimía en Maicao. El taller, con su grande imprenta, estaba ubicado en la calle 16 (la calle negra, como ya nadie le dice) en la esquina de la carrera 22; al píe del “Águila”.

Del Águila… ¿Qué es eso? ¿El aviso del “Águila”…? Una valla publicitaria que vio nacer y crecer a varias generaciones de maicaeros que injustamente se olvidaban de esa publicidad y se degustaban sus primera cervezas de la venezolana “Polarcita”.

Maicao era, y sigue siendo una ciudad sui generis. Aquí lo se exponía para vender se vendía y se vende aún. Yo recuerdo al tipo que vendía agua helada en vasos de vidrios en la esquina caliente, que ya no es la esquina caliente y recuerdo a un joven negrito que se paseaba todas las calles del comercio pregonando sus cigarrillos: Winssssssnnnnnnnntonnnnnnnnnnn, astor, keeeeeeennnnt, maaaaaarlboro y Parliameeeeen.

Bueno de ese personaje dicen que después de que se hizo millonario con su peculiar pregón, se fue del Maicao y no se sabe dónde, murió solo y muy pobre. No se pero es común ver a muchos que de aquí se van, regresar pronto azotando al burro con el sombrero.

lunes, 28 de enero de 2008

MAICAO AL DÍA: LA COLUMNA DE JESÚS SOLANO RODRÍGUEZ

Jesús Solano es una de esas personas que contribuye a formar la esencia y la identidad de un pueblo. Cuando una ciudad, pequeña o grande, carece de un personaje con las características de vitalidad y compromiso de Jesús, se puede decir que no está completo. Desde hoy disfrutaremos de sus escritos deliciosos y nostálgicos. Para comenzar nos presenta un recorrido por el Maicao que ya se fue y el de hoy, el cual vivimos juntos, con la frente en alto y de cara al viento.



De mis recuerdos y otras cosas:
EL MAICAO DEL AYER.

Por: JESUS ENRIQUE SOLANO RODRIGUEZHace poco vi una foto de Maicao de los años 50s ó 60s en donde se muestra a una persona conduciendo un burro, el cual arrastra un barrilón o cacimba, con la que se distribuía el agua en mi pueblo y no pude sentir menos que nostalgia; nostalgia que me hizo recordar al Maicao del otrora. Dicha foto fue publicada en el blog Maicao al Día y titulada el Maicao del Ayer, tal como yo titulo el presente artículo.

Esa foto me remontó a otros tiempos; quizás de los mejores momentos de mi vida. Aquellos tiempos en que andaba, en vacaciones, como “torniquete” de mi tío Manillo Solano, cuando la totalidad de los taxis de la ciudad eran camionetas Dodge y Ford 100, o Ranger último modelos en los años 70s.

Era la época en que me levantaba temprano y me iba para la esquina del mercado público (calle 11 con carrera 17) a tomar la tradicional avena frente a la casa de la vieja Rebeca. Eran los tiempos del “TODDY” y de la Crema de arroz “POLLY”

Me hizo recordar los tiempos de la Poza Mona y de la Laguna de Majupay. ¡Quién lo creyera…! En lo que es hoy el Barrio Majupay fue una inmensa laguna en donde incluso se pesquecaban bocachicos, mojarras y “guarajaches”. Sí señor. Además se cazaban iguanas, guaratinajas y armadillos. Claro todo eso fue antes de que los seres humanos invadieran sus tierras en épocas de verano y poco a poco se fueron adentrando hasta secarla por completo.

De esos tiempos de la Poza Mona quedan muchos recuerdos entre mis amigos y contemporáneos o mejor dichos muchos pencazos tallados en nuestras piernas por nuestros respectivos padres o mayores por irnos sin sus permisos a bañarnos allá.

Como no recordar, tal como lo hizo en un reciente escrito el Doctor Alfonso Choles Quintero, “Alfonsito”, el hijo de Ocha; sí la de Choquín, al Viejo Carraipía, al peluquero del mercado. Recuerdo que quedaba por donde hoy vende el pescado en la misma plaza y recuerdo también, como Alfonsito, el sello del corte del Viejo Carraipía: Cabeza casi rapada y un mechón en el medio a la altura de la frente.

Aquellos tiempos de un Maicao tan distinto al de hoy. Recuerdo por ejemplo los molinos de viento para extraer el agua del subsuelo: el del colegio Rodolfo Morales; el de la Bomba de Jesús León, diagonal al legendario Farolito, tienda que aún existe, y uno que había en el Loma Fresca. Estos, precisamente, servía de abastecimientos a las cacimbas jaladas por los burros.

Recuerdo los tiempos de tantas bonanzas. La época en que no faltaba nada en Maicao, quiero decir en la despensa de cualquier casa en Maicao. Eran los tiempos en que no se padecía por alimentos. No había agua pero había Old Parr y María Farine para los hombres mayores y ropa nueva casi todos los días para los niños. Fue en la época en que comenzaron a llegar los almacenes con ropa colombiana. Recuerdo particularmente al Almacén Caribú. No había agua pero había televisores a color que nos convirtieron en los primeros colombianos en disfrutar de este adelanto tecnológico, gracias a que en Venezuela, no la de Chávez, la de ante de Jaime Lucinchi, ya la tenía a través de la extinta Radio Caracas Televisión.

Y a propósito de recuerdos, qué es de Chila…? ; la marchanta ida de la mente que recorre desde hace varios lustros el mercado y el comercio de Maicao pidiendo una moneda. Oye… y ahora que caigo en cuenta en los años 70s ya Chila andaba por ahí y Ripoll se peleaba entonces, con el Señor Pinilla los cadáveres para sepultarlos.

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