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jueves, 27 de julio de 2023

José Prudencio Padilla López, 200 años de gloria y 193 de inmortalidad

 


Escrito por:
Luis Eduardo Acosta Medina

A Riohacha no hay porque tenerle intriga ella se merece muchos honores, allá fue donde nació ese gran hombre se llamó José Prudencio Padilla lo fusilaron y perdió su vida porque se amarró bien los pantalones ese Almirante fue Riohachero luchó constante fue por su pueblo”

Es el epónimo hijo de El Molino Armando Zabaleta Guevara autor de  la canción Titulada “Riohacha” merecido  homenaje a la ciudad capital de La Guajira de la  cual hemos transcrito un aparte preliminarmente,  han sido hasta ahora sus únicos interpretes  Los Hermanos Zuleta. Vino  en el corte  3 del “Lado B” LP  titulado “Dinastía y folclor” lanzado por la disquera CBS en el mes de noviembre de 1979, ninguna otra canción mas oportuna para iniciar nuestra crónica conmemorativa del Bicentenario de la madre de las batallas lideradas con éxito y ganadas con su  inteligencia por el malogrado libertador de los mares de América José Prudencio Prudencio Padilla López.

Ha sido la ingratitud desde la Historia Sagrada inclusive la peor enemiga de las causas nobles, porque despierta la ira de quienes logran sus propósitos por medios innobles, José Prudencio Padilla fue víctima de ello, porque en lugar de admiración y respeto por sus triunfos en sucesivas batallas que hicieron posible la Independencia  le generó la animadversión gratuita y los celos  de sus similares combatientes y de su superior funcional también hasta propiciar el inútil sacrificio de su vida con su infructuoso propósito de borrar de la memoria nacional su grandeza, sus logros y su gran obra libertadora.

Recordamos hoy  cuando celebramos el Bicentenario de la Batalla del Lago de Maracaibo que Padilla fue Juzgado con violación de su derecho de defensa, columna indispensable para el Debido proceso como garantía irrenunciable para todos  los seres humanos, sometido a tratos crueles antes de sentenciarlo a morir fusilado por un delito que no cometió, pero nunca lo pudieron humillar, por eso las balas de la patria que ayudo a liberar no pudieron acabar con su vida en el primer intento de su envidiosos enemigos por deshacerse de el, necesitaron fusilarlo por segunda vez para hacerlo partir sin haber muerto a pesar de la horca posterior porque contrario a lo que pretendían sus verdugos allí inicio fue su inmortalidad.

Estoy plenamente de acuerdo con quienes piensan  que a Bolívar no lo llevo al sepulcro   el   paludismo, el tabardillo  ni  la amibiasis que se había concentrado en el pulmón después de haberle perforado el diafragma, se lo llevó la pena moral, el remordimiento, y la debilidad de su corazón arrepentido de haber sucumbido  a la lisonja, el chisme y las consejas pasionales que lo enloquecieron de celos y alimentaron convicción errada e invencible de que era el Héroe Riohachero una amenaza para sus pretenciosas tentaciones sentimentales y dictatoriales, por eso le falto valor para firmar la sentencia de la ignominia, cumpliendo con esa ritualidad prevaricadora e   inconstitucional en cuerpo ajeno a través de José María Córdova  l quien firmo aquel documento para consumar el crimen de Estado, nada extraño   en ese violáceo personaje  quien tiempo atrás en Popayán asesinó a José del Carmen López Sargento del mismo ejército libertador  por ser  el amante de una hermosa hembra llamada Manuela Morales, de la cual  el estaba enamorado, o sea que el de Padilla era para el un crimen más que también involucraba un tema que le traía ingratos recuerdos… las faldas.

Evidentemente el 2 de octubre, siete días después de “La conspiración septembrina”, y bajo la autoridad del juez Rafael Urdaneta, fue ejecutado ese hombre  inocente pero incómodo para los saca micas de Bolívar  en la plaza mayor de Bogotá junto  al coronel Ramón Nonato Guerra, a quien Urdaneta le anuló la sentencia que lo había  condenado a ocho años de prisión, y le impuso   la pena capital, todo  con el beneplácito como ya se dijo  de Simón Bolívar quien todavía debe estar dándole explicaciones al Todo Poderoso.

 José Prudencio, el héroe de los mares, admirado por las tropas por su coraje y por las mujeres de la época por su personalidad y su porte, agravantes para su injusto enjuiciamiento y condena fue colocado frente al pelotón fusilador a las once de aquella mañana fría y lluviosa en la plaza mayor, en aquel momento  hasta el cielo lloró,  después del fusilamiento, fue colgado al lado de Ramon Nonato Guerra emulando macabramente las practicas escarmentadoras de los españoles con los criollos, esta vez para que los opositores a Bolívar y sus seguidores supieran a qué atenerse, era una versión reeditada de la pacificación de don Pablo Morillo.

Coinciden todos los investigadores en el sentido de que Padilla no participo en la conspiración septembrina, no tenía maneras de hacerlo, porque  había sido puesto prisionero desde cuando inicio la Convención de Ocaña  por su enemigo Mariano Montilla y por órdenes expresas de Bolívar para neutralizarlo por ser  hombre sin  preparación académica académica pero de gran valor militar, y ya había caído  en desgracia con Bolívar porque en la larga permanencia de éste en Lima  a donde al parecer estuvo disfrutando de fiestas y lujuriosas contiendas, Padilla y otros le comunicaron la necesidad de su urgente regreso   preocupados por la situación  que se estaban presentando  Padilla en una carta se atrevió a decirle sinuosamente  lo siguiente:: “¿Qué encanto especial será el que detiene allá a su Excelencia?”, creo que allí estuvo su sentencia de muerte. 

Estaba detenido en el batallón Vargas desde el tiempo de la convención de Ocaña, como ya se dijo esa noche del 25 de septiembre cuando los conjurados se acordaron de el fueron a buscarlo para ponerlo en libertad y ver si se sumaba a su causa, el no quiso participar y desconocía los planes contra el Libertador porque lo tenían incomunicado, pero su suerte estaba echada, estaba condenado de antemano, solo lo absolvió la historia.

Roberto Tiznes describió así aquel crimen de Estado; “Para ejecutar a aquellos dos proceres se hizo ostentación del más imponente aparato. En los costados norte, oriente y occidente de la plaza principal

de Bogotá, estaban formados los batallones de la guarnición de la capital; en el centro, del lado sur, se hallaban dos horcas detrás de los banquillos que habían servido el 30 de septiembre, a cofradía de los hermanos de la Veracruz con su fúnebre aparato, se presentó en el cuartel de Artillería donde esperaban los que iban a morir, al toque de corneta de atención dada en la plaza, contestaron las campanas de los templos con doliente plegaria y se puso en marcha el aterrador cortejo precedido del crucifijo de los agonizantes, a las 11 de la mañana del día 2 de octubre de 1828. 

La entrada de aquella siniestra procesión a la plaza fue saludada por el sonido estridente de los tambores y cornetas, que batían marcha militar, en contraste con el lúgubre tañido de las campanas y en medio de las voces de mando de los jefes de los batallones para que estos echasen al hombro las armas.

Padilla marchaba altivo y vestía uniforme de general de división; apenas atendía a las exhortaciones del religioso que lo acompañaba llevando el crucifijo, era un mulato esbelto, de constitución de atleta, usaba patillas, el pelo cortado al rape, bizco, de mirada inteligente, de andar cadencioso, como es costumbre en los hombres de mar, sin otra instrucción que la necesaria para gobernar un barco y valiente hasta la temeridad.

lunes, 24 de julio de 2023

El bicentenario de la batalla naval del Lago de Maracaibo


Escrito por:
Amylkar Acosta Medina


"Triste destino el de la gloria humana/ 

tan costosa, efímera y tan vana/ 

ayer, renombre, movimiento, ruido/ 

hoy torrente de lágrimas/ 

mañana, hondo silencio, soledad, olvido" 

 Gaspar Núñez de Arce  


Se cumplen doscientos años de la batalla naval que se libró en el Lago de Maracaibo, en la cual el gran protagonista fue el héroe guajiro José Prudencio Padilla, quien, siguiendo las instrucciones del Vicepresidente Francisco de Paula Santander, con su intrepidez y experticia vapuleó la escuadra realista en la Punta de Palma, frente al castillo de San Carlos, infligiéndole una estruendosa derrota a sus huestes que pretendían doblegar la resistencia de los patriotas, empeñados como estaban en coronar con éxito la gesta de la independencia en su porfiada lucha por alcanzar, a mandoblazos, en los mares triunfos tan rotundos como los ya alcanzados en tierra firme. Indudablemente la derrota de los realistas, que fue el triunfo de los patriotas, sirvió para consolidar la independencia patria. 

No cabe duda de que la batalla del lago de Maracaibo fue en los mares lo que la batalla de Boyacá en tierra. Sin el triunfo de aquella, no se habría podido consolidar ni recoger los frutos de esta última. Padilla no era un bisoño en estas lides, se había iniciado en su rauda carrera como mozo de cámara de la Marina Real; en ella hizo sus primeras armas, justo en momentos en los que España le declaró la guerra a Gran Bretaña el 12 de diciembre de 1804, en respuesta a sus provocaciones, al tiempo que firmó un tratado aliándose con la Francia napoleónica el 4 de enero de 1805. 

La célebre batalla de Trafalgar, que tuvo lugar el 21 de octubre, fue el culmen de esta confrontación, una de las más sangrientas y decisivas de las guerras napoleónicas. La flota franco – española perdió en esta conflagración 23 de 33 embarcaciones que se habían alistado para el combate y los británicos, al mando del Vicealmirante Horatio Nelson, ninguno, alzándose con la victoria la Gran Bretaña, lo que le significó su dominio absoluto de los mares hasta la segunda guerra mundial. 

Entre los 7.000 prisioneros que pagaron con su cautiverio el precio de la derrota estuvo Padilla, hasta que celebrada la paz retornó a España en 1808 y ese mismo año llegó de vuelta a su terruño, enrolándose en las tropas patriotas.

Bien pronto, sus dotes de marino avezado y corajudo lo catapultarían a encumbradas posiciones, las que le servirían de crisol en la forja del patriota integérrimo y de dura cerviz que lo caracterizaron, que pusiera en jaque a la otrora Armada invencible del Imperio español. 

Se constituyó Padilla, en abanderado de la causa de la independencia en los dilatados horizontes de nuestros mares, desplegando las velas de la libertad y anclando en el Lago de Maracaibo el mástil de nuestra emancipación definitiva. Siempre estuvo él en el ojo de la tormenta en los procelosos tiempos de la gesta independentista; con su arrojo y valor indescriptibles escribió las mejores páginas de nuestra historia: ora en la batalla memorable de Sabanilla, en la de la Laguna salada, en la Noche de San Juan, ora la del Lago de Maracaibo, donde las quillas anhelantes de las naves de Padilla siguieron su ruta de triunfos altaneros, alcanzando allí el cenit de su gloria y de su fama. 

Alcanzada la independencia, nimbado por la gloria, Padilla se constituyó en uno de los artífices de nuestra primera República. Pero la zalamería, los recelos, la inquina y las torvas estratagemas de sus solapados adversarios, lo malquistaron con el Libertador Simón Bolívar. 

Fue éste el execrable camino escogido por los pérfidos ujieres palaciegos, para llevar hasta el cadalso al Heraldo de nuestra independencia recién alcanzada. Mariano Montilla, de la mano de Urdaneta, sería el encargado de fraguar el artero golpe, propalando la especie de que Padilla se contaba entre los conjurados de la aciaga noche septembrina. 

Eran aquellos azarosos tiempos para la República, en los que cernía sobre ella la amenaza de la entronización de una abominable tiranía. No era Padilla hombre de contubernios; nunca puso su espada al servicio de causas innobles. Bolívar, atormentado y obcecado por el pertinaz empeño del corro de sus aduladores, compelería al héroe riohachero, en medio de sus cavilaciones, a hacer suya la reflexión de Rubén Darío: "Águila que eres la historia, dónde vas a hacer tu nido? 

En los picos de la gloria? ¡Sí, en los montes del olvido"! Cruel final se le deparó al Almirante Padilla: degradado primero, fusilado luego y escarnecido en la horca después, imitando el vitando proceder del realista expedicionario Pablo Murillo, conocido, por su crueldad, como El pacificador. Pero, con su gesto altivo y temerario, triunfó sobre su vil sacrificio, como el Cid campeador. 

Él, igual que Córdoba, acobardó a sus verdugos con su temple y valor indomables y ocupa un sitial especial por su bizarría, como ejemplo vívido para la posteridad. Sus despojos mortales reposan en una cripta en la Catedral Nuestra Señora de los Remedios de Riohacha, capital del Departamento de La Guajira, la cual fue declarada Patrimonio Cultural de la Nación Colombiana en su honor. 

Nos recuerda el reputado historiador Carlos White Arango, a propósito de Padilla, la sentencia de los sabios en los areópagos de Atenas: "comparezcan las partes dentro de cien años". En el caso que nos ocupa ya comparecieron y Padilla fue rehabilitado tras un fallo inapelable de la propia historia, que destaca su lealtad a toda prueba y su encendido patriotismo, que no pudieron eclipsar sus detractores ocasionales, resplandeciendo fulgurante su figura señera e incontrastable. Así lo reconoció la Convención de la Nueva granada en noviembre de 1831, al rehabilitar su memoria en nombre del pueblo colombiano (¡!).

Enhorabuena, en cumplimiento de la Ley 2012 del 30 de diciembre de 2019, emitió con fines conmemorativos y por una sola vez la moneda de la Batalla Naval del Lago de Maracaibo y Declaratoria del 24 de julio como día de la Armada de Colombia. A su izquierda de su efigie figura el texto “Almirante José Padilla López” y la frase “Morir o ser libres”, tomada de su proclama dirigida a sus hombres antes de iniciar la histórica contienda. 

martes, 26 de mayo de 2015

Ojalá

Escrito por: Hernán Baquero Bracho

Hay en La Guajira, material humano, de excepcionales condiciones y con deseos de librar las batallas que nos permitan alcanzar un mejor porvenir. El escenario es propicio. 

Este pueblo de La Guajira, de carácter altivo y corajudo, ha venido demostrando que tiene una alta dosis de civilidad, ya que con paciencia y dentro del orden, ha registrado un comportamiento reflexivo al afrontar tantas dificultades como a diario lo asechan. 

Sin embargo, respeta y quiere las instituciones democráticas y como atalaya defiende en la frontera nuestra soberanía nacional, quizás porque La Guajira y sus gentes existieron antes que se formara La República y ayudaron con sus gestas a formar la historia guerrera de la patria con la presencia valerosa y oportuna de nuestro nunca bien admirado Almirante José Prudencio Padilla López y además con ese negro de ébano como lo fue el gran intelectual camaronero de origen barranquero, Luis Antonio “el negro” Robles Suarez, a propósito de que la honorable Cámara de Representantes le develara y le hiciera honor a su nombre, como uno de los grandes intelectuales que ha tenido Colombia en toda su historia. 

A raíz de los últimos acontecimientos que han venido sucediendo en la península guajira con respecto a las diatribas que la gran prensa nacional y dirigentes del país han querido colocar al departamento en el ojo del huracán, donde el país “cachaco” siempre nos ha dado un tratamiento de tercera y nos han tratado como expósitos de la patria, quisiera que con esta columna de opinión muchas cosas cambiaran en mi tierra guajira. Ojalá muchas cosas se dieran para encausar el rumbo de La guajira. 

Ojalá que las diferencias políticas que cada día son más prominentes se arreglara entre nosotros y no metieran sus narices ese país “cachaco” que nos tiene hasta la coronilla y que hoy se han convertido en nuestros jueces naturales, apócrifos y de mala leche que con sus opiniones y sus juzgamientos tratan de enrostrarnos nuestras falencias y nuestras debilidades que como toda región mantiene en su diario trajinar. 

Ojalá volviera la civilidad política de antaño, donde este pedazo de patria era ignorado por ese país “cachaco” donde éramos vistos y reconocidos como indígenas sedientos de esa Colombia que nos ignoraba en el contexto nacional. 

Ojalá La Guajira retomara su rumbo de implementar otra vez ese guajirismo que nos identificaba y nos hacía fuerte ante esa Colombia impía que solamente nos miraba de soslayo para reconocer de manera ingrata y como si fuéramos una región de limosna a unos indios con la cara pintada y montados en un burro en las pampas guajiras. 

 Ojalá volvieran esos tiempos donde los guajiros eran reconocidos como una raza indómita, fuerte, con carácter y personalidad y éramos ante todo respetados por el país andino y lanudo de esos “cachacos” que pregonan la moral pero que en realidad utilizan su doble faz para engañar a bobos y pendejos. 

Ojalá volviera a reinar entre nosotros el valor de la amistad. Valor este que se ha perdido y que hoy para desgracia de todos nosotros, utilizamos las puñaladas traperas para darnos y traicionarnos en esos preceptos que a la fecha son como el eslabón perdido de la humanidad, donde la amistad y la palabra pasaron a segundo plano en el pueblo guajiro. 

Ojalá La Guajira se convierta en un punto de referencia para la nación en prosperidad, desarrollo y calidad de vida. La Guajira el próximo primero de julio, arriba a sus primeros 50 años de vida administrativa y la deuda que tiene Colombia con la península es grande y la deuda que tienen los dirigentes de esta sección del país con sus habitantes es más grande. Hoy hay que decirlo de manera real y objetiva que no existe ni prosperidad, ni mucho menos desarrollo y la calidad de vida de la mayoría es paupérrima y vergonzante. 

Ojalá pudiéramos cambiar la historia y no estuviéramos viviendo este presente sombrío donde la brújula y el norte se perdieron en las aguas del mar caribe por culpa de nosotros mismos y por el desamor que la misma Colombia tiene y ha tenido hacia todos nosotros.
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martes, 27 de octubre de 2009

El Negro Robles

maicaJorge Luis Borges: “Los hombres y los siglos vuelven cíclicamente”

Por: Amylkar D. Acosta M.

Este 24 de octubre se cumplieron exactamente 160 años del natalicio de un hombre eximio como el que más, grande entre los grandes, radical entre los radicales, que descolló por su talento y su verbo encendido a lo largo de la segunda mitad del siglo XIX. Me refiero a Luis Antonio Robles Suárez, hijo ilustre de La Guajira, luchador incansable y figura señera del liberalismo.

Él se hizo a pulso, se catapultó desde abajo hasta encumbrarse, altivo y desafiante, hasta ocupar un sitial de privilegio en la historia. Fue un hombre que jamás pasó por desapercibido; siempre estuvo en el ojo del huracán en los procelosos tiempos que le cupo en suerte vivir. Era la elocuencia hecha verbo! La política es destino y ese fue el suyo; el Negro Robles, como cariñosamente, lo llamaban, fue un político hasta los tuétanos, imbuido del ideario liberal, convencido y convincente.

Para utilizar la expresión de Saramago, Luis Antonio Robles fue un liberal hormonal! Llegó hasta las más elevadas posiciones, alcanzadas siempre con denuedo, tesón y perseverancia, sin abandonar sus principios ideológicos y sin renegar jamás a su bandería política. Fue un adelantado de su época y supo mirar el futuro con anticipación, por ello trascendió a su época, merced a sus actuaciones y a su espíritu visionario.

Desde temprana edad se alistó en las filas del radicalismo, del cual fue uno de sus más caracterizados exponentes; se contaba entre sus ideólogos y voceros autorizados. Defendió con ardentía y valor la causa de la libertad y la democracia, en momentos en que una y otra eran escarnecidas; así como la independencia tuvo sus precursores, podemos afirmar sin hipérboles que Robles y el radicalismo fueron los precursores de la democracia colombiana.

Luis Antonio Robles fue multifacético y gozaba de una gran versatilidad, desempeñándose con brillo en la academia, en la política, en el parlamento, en el litigio, en el periodismo, como escritor y no lo fue menos en las artes de la guerra, cuando el destino puso a prueba su espíritu civilista.

A él sí que le es aplicable el aserto de Benjamín Franklin: “Si no quieres perderte en el olvido tan pronto como hayas muerto, escribe cosas dignas de leerse y haz cosas dignas de escribirse”. Fue uno de los gestores de la Universidad Republicana, de la cual fue docente y rector, cargo este que también ocupó en la Universidad de Nicaragua.

Además de gobernador del Estado Soberano del Magdalena, fue elegido tres veces representante a la Cámara, dos de ellas por el Estado soberano de Antioquia (!). Este camaronero, de pura cepa, como también lo fue el Almirante José Prudencio Padilla, ocupó con brillo la cartera de Hacienda y Fomento en la administración Aquileo Parra.

Indudablemente, el Negro Robles dejó una huella imperecedera, especialmente a su paso por el parlamento colombiano, a donde llegó después de librar recias batallas en la Asamblea legislativa del Estado Soberano del Magdalena, del cual fue su Presidente. Era el primer negro en llegar a tan augusto recinto y ello, junto a su condición de hombre de provincia, llevó a algún jayán ignaro a espetarle desde las barras, cuando hizo su ingreso al mismo, “se oscureció el recinto”.

Él, imperturbable, a rompe le contestó sentenciosamente “Aún blanquean los huesos de mis antepasados en las bóvedas de Cartagena, por darle la libertad a muchos blancos de conciencia negra como usted!”. Cuando a su paso para el Capitolio Nacional cabalgaba su brioso alazán, una apuesta dama quiso lucirse y le gritó a voz en cuello que le gustaba más el caballo que el jinete, a lo que él repuso al instante “eso es propio de las yegüas”!

Junto con el General Rafael Uribe Uribe, debió hacer frente a un Congreso de la República dominado por Nuñez y Caro. Ello no fue óbice para que él, íngrimo como lo estaba, pusiera contra las cuerdas al Presidente Rafael Nuñez, con sus graves denuncias y sus irrefutables señalamientos.

Entre sus más resonantes debates en el parlamento se cuentan: sobre las emisiones clandestinas del Banco Nacional, que terminó con el cierre de este; en contra de la censura de prensa impuesta por el gobierno a través del literal K, supuestamente “transitorio”, de la Constitución y, el más candente de todos, que fue el que libró en contra de la tristemente célebre Ley de los caballos, que coartaba la libertad de los ciudadanos, al punto que lo llevó a afirmar: “…peor que los tiranos es la tiranía como institución..El orden no es bueno, sino en cuanto es la garantía, la seguridad de los derechos de los ciudadanos…como hay paz que enaltece y que es signo de progreso, hay paz ignominiosa…”. Fueron épocas aciagas las que le tocó afrontar a este líder nato, a las que se les podía aplicar el apotegma de Montesquieu, “No hay peor tiranía que aquella que se ejerce a la sombra de las leyes y bajo el calor de la justicia”.

La muerte sorprende al Negro Robles a temprana edad, en momentos en que el país esperaraba todavía mucho de él, con solo 49 años cumplidos. Su corazón dejó de latir el 22 de septiembre de 1.899, hace 110 años; se fue con el siglo XIX, que ya estaba en su postrimería. Su muerte causó una gran consternación, conmoviendo hasta las fibras más íntimas del alma nacional.

Una vez arribó a su última morada, fue objeto del más sentido homenaje: más de 29(!) oradores se turnaron en el uso de la palabra, descollando entre ellos Aquileo Parra, Diego Mendoza Pérez, Antonio José Iregui y Tomás E. Abello, entre otros. De él dijo Olaya Herrera, “Quien necesite ejemplos de virtudes, lo hallará en la existencia de este varón eximio”!

Bogotá, octubre 24 de 2004
www.amylkaracosta.net

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