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martes, 18 de noviembre de 2014

Palabras sentidas: homenaje al profesor Federico Barrios



Escrito por Alejandro Rutto Martínez 

Hace unos días nos tomó por sorpresa la repentina partida del profesor Faderico Barrios Del Río, un educador que, como los de su generación, dedicó sus mañanas, sus tardes y sus noches durante más de cuarenta años a formar y forjar las nuevas generaciones de maicaeros y maicaeras en varias instituciones, pero sobre todo en La Inmaculada y en la Escuela San Martín.

Federico Barrios combinó su espíritu amable, su apostolado en la educación y su amor al deporte para ganarse la simpatía de miles de estudiantes y padres de familia y de decenas de compañeros de profesión quienes lo apreciaban como miembro de sus respectivas familias.

Nació en Cartagena, la ciudad de los casi quinientos años de historia y allí vivió su infancia, entre el cariño de sus mayores, el apego a los estudios y la ilusión de cultivar en el presente lo que disfrutaría en el futuro. Por una feliz coincidencia fue alumno del profesor Sixto Amador, quien le enseñaría como hacerse amigo de los números, de las operaciones básicas y lo ayudó a transitar por primera vez por el enmarañado camino de las matemáticas, ciencia con la que luego se familiarizaría para hacerla su amiga e invitarla a hacer parte de su proyecto de vida.

Quiso Dios que unos años más tarde maestro y alumno se encontraran de nuevo en La Guajira y juntos vivieran de nuevo la aventura feliz del conocimiento y los acogería como sus ciudadanos adoptivos para que hicieran lo que mejor sabían hacer y esto era servirle a los demás mediante la eficaz utilización del viejo tablero verde, la inmaculada tiza blanca y la extensión creciente de sus múltiples conocimientos.

Federico Barrios, en un cálido día de la aurora de su existencia tomó una de sus decisiones trascendentales y fue la de cambiar el suelo cartageneras, humedecido por las vibrantes olas del Mar Caribe y cercado por murallas cuatro veces centenarias, para trasladarse a Maicao. Con esta escogencia se matriculó para siempre en el apostolado fecundo de la educación y se dedicó a propagar entre los habitantes de la frontera el evangelio ilimitado del conocimiento y los saberes.

De esta manera cambió la tranquilidad de la tierra propia por la incertidumbre de un pequeño pueblo adoptivo en el que se dedicaría a pegar los ladrillos del edificio de nuestra identidad. El profesor Federico cambió las murallas indestructibles por el barro invulnerable de los caminos guajiros; cambió los tambores lejanos y lastimeros que se escuchaban dese el legendario palenque, por el sonido armonioso y alegre de los acordeones guajiros; cambió las canchas bien cuidadas de su ciudad natal por los potreros de piedra y polvo en donde él y sus jugadores coleccionarían trofeos en los torneos municipales; cambiaría a los amigos de sus años iniciales por amigos, como Sol Martínez, de toda la vida, quienes a la larga serían para él una nueva familia.

En lo que sí no cambió nunca fue en el apego a los suyos y en la responsabilidad con sus hermanos y sus sobrinos, quienes siempre tuvieron en él a alguien que se esforzaría por brindarle lo mejor de su existencia con el fin de conducirlos al puerto seguro de la felicidad.

Con el profesor Federico Barrios aprendimos que la vida es como un viaje en barco en el que nos enfrentamos a los caprichosos movimientos del mar y a fuertes tormentas pero gracias a los amigos seguimos adelante. La gran personalidad de Federico Barrios, su condición de deportista, apasionado, de entrenador aplicado a la victoria y de educador de varias generaciones lo convirtió en  un gran experto en el arte de ganar amigos. 






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