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sábado, 19 de agosto de 2017

¿Qué somos en realidad?

Jesús de Nazaret: Todo el que cumpla la voluntad de mi Padre Celestial, es mi hermano, mi hermana y mi madre.


Escrito por: Alejandro Rutto Martínez

Si usted lo ve bien eso es lo que somos en la vida: pasajeros en tránsito, pues hemos venido por un tiempo a la vida terrena, tal como la conocemos y un día hemos de marchar de vuelta a la casa paterna, situada en la eternidad.   Nos ocurre como cuando estamos en un aeropuerto o en un terminal de transportes esperando el avión o el bus o el tren que nos llevará a nuestro destino definitivo. Mientras  permanecemos en ese lugar vemos televisión o las pantallas de los próximos vuelos, tomamos un café, leemos un libro o revisamos el correo…son actividades transitorias, porque ese no es nuestro sitio.

Buena parte de los problemas de la raza humana tienen su raíz en haber creído que éste es su lugar definitivo y han desarrollado un apego egoísta y exagerado a los bienes  acumulados y a los placeres sin pensar  en la temporalidad de todo lo que existe y en que algún día tendremos que salir de la sala de espera y continuar nuestro viaje.

Cuando hizo alusión a las preocupaciones  de este mundo Jesús de Nazaret hizo una invitación a que no nos desesperemos ni nos angustiemos por las necesidades del día a día. En una de sus más conocidas enseñanzas se hizo una comparación entre las necesidades de las aves del cielo y las de los seres humanos, tal como se puede leer en el capítulo 6 versículo 26 del libro de Mateo: “Mirad las aves del cielo, que no siembran, ni siegan, ni recogen en graneros; y vuestro Padre celestial las alimenta. ¿No valéis vosotros mucho más que ellas?”

Y más adelante  nos da uno de los mejores consejos que alguien pueda ofrecernos: “No os afanéis, pues, diciendo: ¿Qué comeremos, o qué beberemos, o qué vestiremos?” (Mt. 6:31)

Nuestro Padre Celestial sabe que necesitamos todas estas cosas. Así lo ha dicho Jesucristo, quien nos invita a buscar algo aún más importante que la comida y la bebida y todos los bienes materiales y es el reino de los cielos y su justicia. Y si lo buscamos se nos ofrece una ventaja adicional: todo lo demás, lo adicional, lo materia, también lo recibiremos. Así se desprende de uno de los textos bíblicos más sobrecogedores que podamos leer: “Mas buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas”

Desafortunadamente hemos estado invirtiendo el orden establecido por Dios y gastamos casi todo el tiempo y buena parte de nuestra existencia a conseguir lo que ya se nos ha ofrecido pero no como el obsequio principal sino como añadidura. En otras palabras, vivimos desesperados por obtener la envoltura cuando realmente lo que vale es el regalo, lo que va por dentro, en otras palabras, el reino de los cielos y su justicia.

Ha llegado la hora de hacer un alto en el camino y pensar en lo que de verdad cuenta. Nuestro lugar no está en la sala de espera de un terminal ni en las cómodas sillas de un moderno y rápido vehículo. Nuestro verdadero sitio está en la eternidad al lado de Dios u por eso el gran propósito de hoy y de siempre debe ser atender el llamado de Jesús a buscar el reino de los cielos y su Justicia. Y lo demás es lo demás. Y vendrá por añadidura. 



viernes, 8 de abril de 2016

Panorama Bíblico

Escrito por: Alejandro Rutto Martínez

La Biblia es el libro de los libros. Esto se explica, primero porque es el más importante de  todos los textos que se haya escrito y el más leído de la historia, pero también porque contiene una sabiduría ilimitada mediante la cual Dios expresa su voluntad al género humano. 

Cuando iniciamos su lectura nos sumergimos en un mundo de lecciones poderosas que incluyen historias, poesía, mensajes de aliento, promesas de Dios a los hombres, compromisos del hombre para con Dios, profecías para una nación escogida como Israel y sobre la venida del Mesías y Salvador del mundo…en fin la lectura de la Biblia nos proporciona un mundo de conocimientos y nos permite sentirnos parte importante de la obra creadora.

Pero mucha atención: una cosa es leer la Biblia y sumergirse en ella y otra muy distinta es mirarla con el ánimo de un investigador o simplemente de un estudiante juicioso.

Imagínese que la Biblia es un territorio y usted está situado en una montaña que es la única del lugar.   Desde ahí tiene una vista privilegiada sobre el inmenso valle cubierto de verdes praderas; puede ver con claridad los ríos y arroyos que serpentean en medio del bosque y de las tierras cultivadas; también verá los caminos veredales por donde transitan los campesinos en sus ágiles monturas y verá desfilar algunos asnos sobre cuyos lomos se transportan los frutos de la tierra; si aguza la vista podrá ver un puñado de niños corriendo detrás de una rudimentaria pelota de trapo hecha por ellos mismos y un poco más allá un pequeño pueblo con un parque en el centro y locales comerciales a su alrededor.

Del otro lado de la montaña podrá ver la gran ciudad, con sus ruidosos camiones de carga, sus buses atestados de pasajeros que van un poco retrasados al trabajo y una fila de personas que esperan pacientemente para comprar un boleto que le permitirá asistir a la presentación de algunas de las celebridades del momento.

En ese sitio privilegiado usted podrá verlo todo: el hermoso paisaje al fondo con una montaña pintada de verde y azul y la presencia de seres humanos que interactúan entre sí. En otras palabras, usted no es un espectador limitado por su precaria posición como la del que se asoma a una pequeña ventana y solo puede ver la parte posterior de un derruido edificio a punto de caerse o un lote repleto de hierros viejos que dentro de poco serán comercializados como chatarra.

Usted en realidad no tiene una vista cualquiera sino todo un panorama en el que solo debe dar un giro de 360º. Para ver todo, todo lo que está a su alrededor.

De la misma forma esta asignatura se propone que el estudiante pueda tener una “vista panorámica de la Biblia” y conozca a fondo sobre la forma en que fue escrita, quiénes fueron sus autores, la forma en que se clasifican sus libros y los tiempos de la historia de la humanidad según los sucesos ocurridos y los que aún han de transcurrir en la historia del hombre y de la relación del hombre con Dios.

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domingo, 24 de agosto de 2008

Oración del peregrino

Por: Alejandro Rutto Martínez

Señor, ayúdame a buscarte en todo tiempo, a verte en todo lugar a encontrarte en cada una de las horas en que he de vivir. Si he de ser una huella permite que se plasme en los verdes jardines en y los inmensos campos por donde transitan los hombres libres ante el mundo y sometidos a ti.
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Si he de ser una palabra permite que roce con ternura el entendimiento de mis semejantes que penetre con firmeza en el alma de los oyentes, que vuele feliz por las rimas de los más hermosos poemas y se deslice feliz dentro de las canciones predilectas del pueblo.
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Si he de ser un camino, ayúdame a estar siempre iluminado por la luz de tu misericordia para que puedan avanzar los viajeros de la paz, los excursionistas de la misericordia, los errabundos de la vida, los exploradores de mundos nuevos y mejores en su paso hacia la conquista de la felicidad.
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Si he de ser un verso permite que tenga el sentido maravilloso de lo divino; la melodía del arpa con que se alaba tu nombre; el ritmo de quien danza para ti; la belleza del firmamento encendido en las tardes plenas de luz y en las mañanas en donde la aurora parece plasmada en un lienzo en donde tu pincel ha dibujado un cuadro en donde está representada la feria de los gratos sentimientos.
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Si he de ser una plegaria ayúdame a elevarme tan alto que pueda llegar a ti sin interrupciones desafortunadas ni arrepentimientos tardíos. Que en el claro de luna llena o en el sendero abrupto y tenebroso, mis labios invoquen tu nombre inmarcesible y expresen claramente su gratitud, su intercesión o la agonía del hijo pródigo necesitado de tu afecto, tu llamado y tu perdón.
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Si he de ser un soldado ayúdame a tener una coraza invulnerable frente a los ataques arteros del enemigo; ante a la engañosa seducción de las inicuas tentaciones; y ayúdame a batirme con valentía en tu santo nombre y a conquistar la victoria de vida eterna para más y más personas a quienes deseas abrirle la puerta de los cielos.
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Si he de ser un libro permíteme ser portador de tus letras entretejidas en oraciones ajustadas a la fe, las cuales a su vez formen páginas de bienaventuranzas, capítulos de completa honestidad, pasajes de perfecta armonía y, finalmente, un cúmulo de enseñanzas claras, lejanas de los silencios del olvido y fiel a la memoria de tus tiempos.
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Si he de ser un peregrino ayúdame a ganarme en tu nombre el aprecio de los de aquí y los de allá y a servirle con devoción a los unos y a los otros en el convencimiento de que tú habitas en cada persona y de que en cada ser humano está tu palabra gloriosa, tu poder ilimitado tu belleza imperecedera, tu fragancia perenne y tu presencia inconfundible.
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Si he de ser una lágrima permite que pueda rodar por la mejilla de quien llora al sentir el gozo de encontrarte y la dicha de sentirse amado por ti. Y si he estar en los ojos del que sufre, ayúdame a ano empañar el cristal de sus esperanzas ni el horizonte de su ánimo.
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Ayúdame a lavar el corazón de quienes no te conocen y a despejar la visión de quienes te buscan incesantemente.
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Señor, ayúdame e encontrarte en el verde firme de las hojas, en el resplandor del medio día, en la tenue luz de la madrugada, en la sonrisa tierna de los niños y en la grata sensación de la suave brisa sobre mi piel y en el rocío fresco sobre la hierba matinal y en todos los rincones a donde me lleve la fuerza de la vitalidad que me has dado. Amén.

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