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martes, 15 de agosto de 2017

La Mal Sufrida.





Por: Yamel Hernández, estudiante  10-09 - I.E.No 2 Maicao

Los gritos de mi madre me despertaron, otra vez papá le pegaba. Era muy temprano por la mañana, y tenía que cumplir con mis labores, vendía chicles por la calle para ayudar a mi madrecita, estudiaba de tarde, no me gustaba mi escuela, o, por lo menos no me gustaban mis compañeros, siempre están jalando de mis pelos, me rasguñan,  me golpean, se burlan de mí.

Soy tan poca cosa, no sirvo para nada, soy un estorbo para la felicidad de mi madrecita; o eso me ha dicho ella. Mi madrecita me tiene un trabajo nuevo, estoy un poco feliz, ya no tendré que levantarme tan temprano, trabajaré de noche.

No me gusta este trabajo, un señor me tocaba y me susurraba cosas muy feas al oído. Hoy mi madrecita me ha golpeado, me ha dicho otra vez que no sirvo para nada y que soy un gran estorbo, siguió y siguió golpeándome estaba enfadada por no haber cumplido mi “trabajo”.
Estoy desamparada con tan solo 15 añitos y vivo en la calle, mi madre me ha desamparado, tengo hambre y el frio se apodera de mi cuerpo.

Salto en mi llanto como pude haberlo hecho en un charco de lodo, intento recuperar la niñez perdida, juego con una cuerda, salto de aquí para allá, juego con una cuerda, la cuelgo en un lugar alto, juego con una cuerda, me cuelgo en ella. Susurros de sufrimientos, el fuego del infierno es sofocante, fetos abortados danzando a mi alrededor, sollozando sangre mientras ríen y danzan, quisiera morir de nuevo, pero morir e irme a la nada, quisiera dejar de sufrir y dejar de ser una mal sufrida.
                                                                                       

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