viernes, 30 de diciembre de 2011

El 2.012 iniciará con cerca de 100 mil colombianos "en su tierra"

En el año que termina se lanzó el programa “Familias en su Tierra” del Departamento para la Prosperidad Social.

Ya son 16.819 los hogares vinculados en todo el país.
Tendrán incentivo económico y acompañamiento técnico para asegurar su proceso de retorno.

La meta del programa es el acompañamiento a 60 mil familias.
Bogotá, 30 de diciembre de 2011. “Familias en su Tierra”, el incentivo al retorno que busca la estabilización de familias víctimas del desplazamiento forzado que regresaron a sus hogares o que han sido reubicadas, termina este 2011 con 16.819 hogares vinculados, es decir, cerca de 100 mil colombianos.

Después de su lanzamiento el pasado mes de octubre por parte del presidente Juan Manuel Santos Calderón, el Departamento para la Prosperidad Social DPS inició un proceso de inscripción en todo el país siendo Antioquia el departamento con mayor número de “Familias en su Tierra”, seguido de Cesar, Bolívar, Caquetá, Chocó, Sucre y Magdalena.

A partir de la tercera semana de enero de 2012, se estima que estos hogares empiecen a recibir la ayuda económica del Programa por un monto de 1.2 millones de pesos, los cuales se les entregarán en pagos bimestrales de $200 mil durante el primer año.

Además del incentivo económico, el proceso de estabilización de las familias incluirá acompañamiento del Gobierno a través del Departamento para la Prosperidad Social, así como la entrega de insumos y materiales para mejoramiento de vivienda y generación de proyectos productivos y de seguridad alimentaria.

“Familias en su Tierra” nace en el marco de la Ley de Víctimas y Restitución de Tierras y en los próximos tres años destinará 420 mil millones de pesos para beneficiar a 60 mil familias.



web counter html code

web counter html code

martes, 27 de diciembre de 2011

La tolerancia: entre las aguas movedizas de la virtud y el defecto


Por: Alejandro Rutto Martínez

Conozca el Portafolio de Servicios de Alejandro Rutto Martínez

La tolerancia es la capacidad de soportar otras actitudes y comportamientos frente a los cuales preferiríamos que no existieran y, que si existen, no se presentasen ante nosotros. Los pueblos, aún aquellos guiados ciegamente por su repudio a otras civilizaciones, mantuvieron aún contra su voluntad un pequeño margen de aceptación a lo que no era congruente con sus hábitos, costumbres y creencias. Ciertamente debían hacer un gran esfuerzo para no actuar por la fuerza y desaparecer de la escena todo aquello que le era contrario a su forma de ver el mundo.

La palabra tolerancia ha llegado a nuestra lengua procedente del latín en donde la expresión tolerantia, tolerare, significa soportar, aguantar. Y bien sabemos que soportar es aceptar algo a la fuerza. Como, por ejemplo, un par de zapatos apretados, se usan pero molestan y preferiríamos deshacernos de ellos apenas llegue la primera oportunidad. Desde luego, no es de este tipo de tolerancia de la que deseamos hablar, pues entonces estaríamos llegando a un punto en el cual solo aceptamos a los demás y a sus ideas con un gran esfuerzo y todo puede desvanecerse en el momento en que disminuya nuestra capacidad de aguante o de soportar.

Ser tolerantes, en el sentido que nos interesa darle, es aceptar que existen otras personas y otros pueblos y esas personas y esos pueblos tienen otras formas de ver la vida, otros esquemas de pensamiento, otros enfoques y otras creencias. Ellos, personas y pueblos, pueden amarnos o no; pueden elogiarnos o no…pero de cualquier manera merecen que seamos comprensivos y respetuosos con ellos.

Ser tolerante significa dar muestras de paciencia, comprensión y respeto y estar dispuesto a hacer algunas concesiones en el trato con los demás. Léase bien, es necesario hacer concesiones, por tal motivo la intransigencia es un obstáculo de marca mayor para la tolerancia.

Cuando somos tolerantes tenemos un alto nivel de comunicación asertiva, pues nuestra condición de respeto y comprensión hacia aquello que no compartimos no nos priva de defender nuestros principios y nuestras causas. No se trata de aceptar absolutamente todo ni de dar por bueno lo que sabemos que es inconveniente. Aún por encima de nuestra condición de personas tolerantes mantenemos nuestra plena libertad para que nuestro Sí sea Sí y nuestro No sea No.

La tolerancia tampoco es un acuerdo simplista del tipo “usted no me molesta a mí y yo no lo molesto a usted” como el que hacen dos vecinos peleoneros cuando finalmente hacen un pacto de no agresión luego de una prolongada disputa causada por los daños que los animales del uno causaron en los cultivos del otro. No es así como debe funcionar la tolerancia destinada a producir unas buenas relaciones entre las personas.
La tolerancia lo que debe hacer es promover y producir acuerdos de coexistencia pacífica y grata entre las personas y las instituciones. Debe, además, llevar a la armonía y a una sociedad más unida y concentrada en sus objetivos comunes.

La tolerancia no significa, de ninguna manera, aceptar el mal uso de las normas y la pérdida de los valores sociales. No nos equivoquemos. Por más que se promueva la tolerancia ésta no puede estar por encima del respeto y de las normas de convivencia aceptadas por la sociedad.

free web counter

sábado, 24 de diciembre de 2011

Lázaro Ditta, el emprendedor de convicciones firmes


Por: Alejandro Rutto Martínez

Conozca el Portafolio de Servicios de Alejandro Rutto Martínez


A Lázaro Ditta lo conocí a bordo de su vehículo en el cual transportaba desde el colegio hasta a sus hogares a medio centenar de bulliciosos chiquillos que regresaban felices a casa luego de cumplir con sus estudios. Transportar a los estudiantes era su rutina de cada mediodía cuando terminaba la jornada escolar en el Instituto Pedagógico, un colegio que fundó en compañía de la profesora Carmen Pinto, su esposa y compañera de toda la vida.

Algunas veces lo encontré en el taller o en el funeral de algún conocido común y entonces pude disfrutar de su amena charla y de su increíble capacidad para hilvanar ideas y ponerlas sobre el tapete una detrás de la otra, sin darme casi ningún tiempo para reaccionar y meter la cucharada en la conversación. Era un experto en varios temas, entre ellos la política internacional, el conflicto armado colombiano, el orden público (por aquellos días tan deteriorado como hoy), la política local, la calidad de los servicios públicos y, por supuesto la educación que era uno de sus temas fuertes, pues no en vano era el gestor de un plantel que se perfilaba como de los mejores en la región, sino que allí mismo ejercía como el veedor de la formación moral de cada uno de los niños y de las niñas en proceso de formación.

En los temas de ética y moral era intransigente: para él lo blanco era blanco y lo negro era negro. Una mentira, por más que se la disfrazara de piadosa, era una mentira y merecía ser castigada. Un delincuente, por pequeño que fuera su robo era alguien que estaba contra la sociedad y por tal razón debía ser sancionado con todo rigor. Un odio especial sentía por los ladrones de cuello blanco. Se le veía un temible brillo en los ojos cuando se refería a quienes se robaban la plata del pueblo. Pienso que si en manos de mi amigo hubiera estado no habría cárcel para los asaltantes del presupuesto público y en cambio sí algunos patíbulos en donde habrían pagado el precio de su deshonestidad.

Un día de los años noventa el profesor Lázaro Ditta nos sorprendió a todos inscribiéndose como candidato a la alcaldía de Maicao. Digo que nos sorprendió porque lo conocíamos como un hombre correcto, emprendedor y buen analista pero no le conocíamos la sangre política que corría por sus venas.

Tengo un recuerdo especial del mes de septiembre de 1.997 cuando se efectuó el debate entre los aspirantes, siete en total. Allí Lázaro Ditta se batió como un león ante políticos de gran tradición, personas que llevaban décadas en el escenario pedregoso de la lucha electoral, oradores reconocidos, hombres públicos de gran trayectoria. Ninguna de las muchas virtudes de sus adversarios lo hizo sentir inferior y en ese momento presentó sus ideas con el vigor de siempre, pero además, con una gran serenidad y una lógica que hizo pensar en que su aspiración no era una simple aventura, alentada por el entusiasmo del momento.

-“Yo tengo la solución para acabar con el problema de la falta de agua y brindarle el servicio de acueducto a todo el mundo en este pueblo”, dijo en uno de los apartes de su intervención.

-“¿Y cuál es la solución?” preguntó alguien ingenuamente, tal vez el moderador o uno de los otros candidatos.

-“Eso solo lo voy a revelar y a poner en práctica cuando yo sea alcalde, fue su respuesta”

Pasaron los años y creció mi admiración por aquel hombre de mirada penetrante, apellido italiano y posiciones firmes. Quiso la vida que me lo encontrara con mayor frecuencia y que conversara más a menudo con él. Así creció esa amistad que valoré tanto.

Lázaro Ditta Torres llegó a Maicao como empleado del Banco de Bogotá. Era ya un muchacho correcto, de finos modales, cortés, trabajador esforzado y lleno de muchas ilusiones. Todas esas virtudes le sirvieron para conquistar el amor de la profesora Carmen Pinto con quien compartiría toda la vida y con quien fundaría no solo el renombrado Instituto Pedagógico sino también una hermosa familia en la cual crecieron siete hijos: Ana Julia Ditta Atencio (Tec. Administración y Contabilidad), Harold Ditta Pinto (Ing. Agrónomo), Gino Ditta Pinto (Administrador de Empresas), Lazaro Juan Ditta Pinto, Carlos Angel Ditta Pinto (Fallecido), Rosanna Ditta Pinto (Psicóloga), Carmen Julia Ditta Pinto (Odontóloga).

El 28 de septiembre del 2.011 el profesor Lázaro Ditta nos dio una nueva sorpresa, pues ese día inició de manera prematura su viaje hacia la eternidad. Nos sorprendió como aquel día de los años noveneta cuando fue candidato y se expresaba a través de sus vibrantes y bien ponderados discursos en debates y plaza pública. Ya no lo tendremos más cono nosotros, pero podremos seguir como fieles admiradores de su vida y obra y, sobre todo, de sus ideas claras y sus firmes convicciones de hombre de bien.


myspace hit counter

myspace hit counter

Lázaro Ditta, un hombre, una familia, un ejemplo

Get the flash player here: http://www.adobe.com/flashplayer


free web hit counter

free web hit counter

Historia de Riohacha, capital de La Guajira

Por: Alejandro Rutto Martínez

Conozca el Portafolio de Servicios de Alejandro Rutto Martínez

La historia es peregrina y viajera: anuda en los puertos del sentimiento transita sin afanes por los muelles de la tranquilidad desde el alba hasta la noche sin que nadie se atreva a poner en duda su reputación de dama seria y serena.

Sólo cuando el estudioso la sigue con paciencia y se embriaga observando su andar, cadencioso y coqueto, puede conocerla a fondo y descubrir sus deslices con el error, sus aventuras con el naufragio de la verdad y su tierno idilio con la incertidumbre.

Esa es la historia de la ciudad de los amores; la del supuesto fundador, perteneciente al ejército de los invasores que desde 1.492 tuvo la insolencia de atribuirse el descubrimiento de un territorio con vida y ciencia propia desde mucho años antes de que ellos llegaran. De los negros aferrados al milagro de la libertad y de los indios que luchan contra el naufragio en los tiempos borrascosos de una globalización afectuosa con las cosas y despectiva los humanos.

La historia, cuando se la estudia con pasión ofrece su néctar embriagante a quien quiera degustar sus racimos de hechos amargos, almibarados o ácidos con los cuales se ha ido el la sustancia del tiempo.

Y la historia de Riohacha es tranquila y bella como sus atardeceres rojizos pero un día el campanario del presente anuncia la hora de revisar los hechos y entonces, el relámpago de la lucidez, ilumina sobre los hechos inexplorados y parecen nuevas verdades y nuevas versiones que apuntan siempre a un encuentro de la ciudad con sus raíces amerindias, africanas y europeas.

Analytic