miércoles, 13 de abril de 2016

Panadería Sandra, una empresa con pasado y futuro


Escrito por: Alejandro Rutto Martínez

La Panadería Sandra es un símbolo empresarial de Maicao y una marca registrada en el sector panificador en todo el departamento de La Guajira. 


Lo que llama la atención no son solo sus numerosos clientes en cada uno de los pueblos de extensa llanura guajira, sino
la forma en que se consolidó, de manera gradual, pero firme, como una de las más prestigiosas de la región.  

Hoy en día cuenta con un punto de venta bien acreditado y con una clientela que día a día le ha demostrado su fidelidad. De ella hacen parte cientos de pequeñas tiendas de barrios, locales comerciales de municipios y corregimientos guajiros y, por supuesto, miles de hogares que consumen el pan fresco y económico en el que han depositado su confianza varias generaciones de la familia. 

Todo comenzó con mucho esfuerzo

Manuel Francisco Arrieta nació en Fundación, departamento del Magdalena, el 15 de abril de 1952.  Era un niño con muchos sueños e ilusiones, pero tenía claro que cualquier meta que tuviera en la vida debería conquistarla con mucho esfuerzo, pues pertenecía a una familia de escasos recursos económicos que trataba de salir adelante en medio de la escasez de bienes materiales y posesiones. 

Con lo que sí contaba era con los sabios consejos de sus mayores, su gran espíritu de superación y unas ganas muy grandes de ayudar a su señora madre y a los miembros de su familia a derrotar la pobreza en que habían vivido por largos años. 

Viaje en busca de nuevos horizontes

En plena adolescencia, cuando debería estar disfrutando de los juegos tradicionales como el trompo, la libertad y la Bola de trapo, decide viajar a Santa Marta y estar allá un tiempo. Atrás quedaron sus buenos amigos del barrio, los días de sentarse a ver la vida desde una esquina y los pocos estudios que había podido iniciar. Por delante estaba la gran ciudad con todas las oportunidades que ella brindaba y el nuevo esfuerzo de adaptarse a las circunstancias que le presentaban su condición de trabajador. 

Su rutina ahora sería madrugar, trabajar, sacrificarse y cobrar unos pocos pesos con los cuales podría mantenerse él y ayudar a su familia. El reto era bonito pero bien exigente. A Manuel Francisco le gustaba eso: tener retos, trabajar bastante, levantarse primero que el sol y depender de sí mismo y de su propio trabajo. 

Aprendizaje de un arte

Las  vueltas que da la vida lo llevaron a trabajar en una conocida panadería de Santa Marta en donde hacía mandados, limpiaba el área de trabajo, aseaba los moldes...en fin, le tocaba hacer de todo. Pero el muchacho no perdía de vista la zona de producción que era donde verdaderamente le interesaba estar algún día. 

Y ese día no tardó en llegar.  Una mañana en que los rayos del sol caían con fuerza sobre el verde bosque de la Sierra Nevada de Santa Marta,  fue llamado para que remplazara de manera temporal a uno de los ayudantes de mesa que no había podido ir a trabajar. 

Así comenzó lo que sería una larga y brillante carrera. Ese día cumplió con sus tareas como un verdadero experto. 

-¿Cómo aprendiste? Le preguntaba el patrón.  
-Viendo a mis compañeros de trabajo y escuchando los consejos y los regaños suyos, le respondía. 

Después de un tiempo de desempeñarse como ayudante fue ascendido a oficial de mesa y Dios le abrió nuevas puertas para convertirse en un verdadero experto en el arte de amasar, hornear y producir panes, galletas, bizcochos, pudines y todas las ricuras de esta floreciente industria. 


Una oferta tentadora

Santa Marta le abrió las puertas para trabajar y le enseñó un provechoso arte. Estaba sumamente agradecido con la ciudad de Bastidas y del Unión Magdalena.  Pero en esos días lo visitó un amigo que le hizo una atractiva propuesta:

-"Prepara tus cosas y te vas conmigo para Maicao. Allá necesitan buenos panaderos y pagan muy bien. No pagan por día ni por mes, sino por producción. Como tú eres buen trabajador y muy ágil, te va a ir muy bien. Te aseguro que ganarás dos o tres veces más de los que te ganas en Santa Marta"

Para Manuel Francisco no era una decisión fácil. Allá lo tenía todo: familia, buenos amigos, estabilidad laboral, una vida tranquila y el reconocimiento de sus amigos de la panadería de sus jefes y de sus amigos, como uno de los mejores profesionales de la ciudad en su arte. 

Pero algo en su corazón le indicaba que había llegado el momento de cambiar de aires y de buscar nuevos vientos, nuevos horizontes y nuevos amigos.   Fue así como decidió renunciar a su trabajo y trasladarse a una ciudad de la que le habían hablado bien pero que no conocía en lo más mínimo: Maicao. 


Su llegada a Maicao

Su llegada a Maicao se produjo en 1972,  época en la que la frontera se encontraba en plena ebullición económica y comercial y La Guajira se encontraba viviendo una de las etapas más duras de su corta historia: la llamada "bonanza marimbera".   Las calles de la ciudad eran un hormiguero humano y en el centro era muy difícil caminar por la cantidad de personas que corrían de un almacén a otro en busca de las más  novedosas mercaderías extranjeras a precios increíblemente bajos.    

En cada esquina se cruzaban los árabes con los wayüu, los paisas con los sinuanos y los afrodescendientes con los venezolanos.  La plaza Simón Bolívar era un enorme centro de negocios y punto de encuentro de propios y extraños. 

Manuel Francisco Arrieta en la plaza Simón Bolívar

Muchas personas venían a comprar y otras venían para quedarse. La ciudad crecía de forma vertiginosa y todos los negocios que se montaban se convertían en un éxito para sus propietarios.

Manuel Francisco consiguió trabajo en la panadería  "La Flor de La Guajira".     Se concentró absolutamente en su tarea como trabajador, la cual suspendía solo  por unos cuantos minutos para tomar los alimentos.  Vivía metido siempre en la zona de labores: mezclaba ingredientes, amasaba, horneaba, sacaba el pan, conversaba con los vendedores. Y luego volvía a empezar.   La predicción del amigo que en buena hora le había hablado de Maicao no tardó en cumplirse: al cabo de unos días ya estaba ganando mucho más de lo que se ganaba en todo un mes en su anterior trabajo.

Todo iba bien en la vida de este hombre: atrás quedaron los duros años de su infancia en Fundación y los tiempos de estrechez de su adolescencia. Ahora era un trabajador muy respetado y comenzaba a ser visto como uno de los mejores en su oficio. Tenía muchos amigos, como por ejemplo, Wilson Ortega, quien un día, luego de terminar sus labores cotidianas le hizo una singular propuesta:

-"¿Por qué no nos asociamos y abrimos nuestra propia panadería?"

La invitación de su amigo y compañero de trabajo no lo sorprendió. En realidad la idea de convertirse en empresario ya le daba vueltas en la cabeza desde un tiempo atrás.
-         Empecemos de una vez, respondió Manuel Francisco

Nació la Panadería San Martín
Con un pequeño capital que ambos tenían y algunos equipos de segunda mano que pudieron adquirir dieron inicio a la “Panadería San Martín”, ubicada en la carrera 17 entre calles 20 y 21 en el barrio San Martín.    
En un corto tiempo se posicionaron como una de las panaderías especializadas en el “pan de combate”. En el argot de los panaderos se le llama así a la línea de panes que se vende al consumidor directo a precios populares. Es el pan que el ama de casa compra para el desayuno o para consumir con café a cualquier hora del día. Incluye el pan de mantequilla de leche y de queso, el pan cortado, pudines populares, bizcochos, pan tajado, panocha y pan de sal, entre otros.
Los mejores vendedores de la ciudad se acercaron pidiendo convertirse en distribuidores. De esta manera el pan fresco de cada día empezó a llegar a muchas tiendas en casi todos los barrios.
La empresa había comenzado bien y cada día era evidente su prosperidad.

Un episodio desafortunado
No todo en la vida ha sido color de rosa para Manuel Francisco.  En Maicao debió vivir uno de los momentos más tristes de su vida cuando un grupo de delincuentes decidió asaltar la panadería San Martín. Era domingo en la tarde y su socio, Wilson Ortega acababa de regresar de la Iglesia Cuadrangular en donde se congregaba. Había dedicado unas horas al aseo del templo y ahora se tomaba un merecido descanso.   Los asaltantes no se conformaron con el robo sino que dispararon contra la humanidad de su víctima, causándoles la muerte.
El episodio, como es natural, causó gran dolor a la familia, a los miembros de la iglesia y a los amigos.
Manuel Francisco le brinda toda su solidaridad a la familia y junto con ellos continúa su trabajo hasta consolidar a la panadería San Martín como una de las mejores de la región.
Un poco después, de mutuo acuerdo y sin que mediara ninguna clase de problemas, las dos partes deciden disolver la sociedad. 
Nace la Panadería Sandra
Con algunos ahorros en sus manos Manuel Francisco comenzó la búsqueda de un local apropiado para montar su propio negocio y cumplir con uno de sus sueños de siempre.  Le ofrecieron locales contiguos a las panaderías existentes pero desistió de ocuparlos porque su talante no le permitía convertirse en la competencia de sus amigos y antiguos empleadores.
Un amigo ebanista le recomendó que se hiciera cargo del local ubicado en el mercado público que él estaba a punto de entregar, pues se iba a trasladar a otra parte en esos días. Fue a verlo y le gustó, pero los vecinos del lugar lo desalentaron diciéndole que no era un buen punto para su negocio.
“Por acá hay muchos charcos y en enero sopla mucho la brisa” le decían. Sin embargo, decidió hacerle caso a su instinto emprendedor y a su olfato hombre de negocios.  Arrendó ese local y contrató una volqueta para que rellenara los grandes huecos de la calle.
Hizo las adecuaciones del caso, como pintura, ubicación de estantes,  mejoramiento de los pisos, limpieza exhaustiva y pintura de las paredes.   Un día, en horas de la tarde Manuel Francisco y dos de sus amigos empezaron a colocar un cartel en la parte externa del local.  En letras grandes y bonitas podía leerse la nueva razón social: “Panadería Sandra”, nombre escogido en homenaje a su segunda hija.

Constante crecimiento
Desde el momento de su fundación en 1.984 Panadería Sandra no ha dejado de crecer.  La mayor parte de las tiendas de la ciudad, aún las de los barrios más alejados tienen en sus vitrinas los variados productos  horneados bajo la dirección de Manuel Francisco Arrieta.
 Los más acreditados trabajan con él y llevan sus productos no solo a los barrios sino a los corregimientos y a los municipios vecinos.  
En algunas ocasiones ha viajado a otros lugares y ha sentido la emoción indescriptible de ver el empaque de sus productos en las vitrinas de los locales comerciales.
Actualmente la panadería sigue prestando su servicio con humildad pero con el cariño que le ha ganado la simpatía y el cariño del público. Hoy en Maicao, al hablar de pan, es obligatorio hablar de Panadería Sandra. Y detrás de la panadería está la sonrisa amable y el trabajo honesto de aquel muchacho que un día dejó sus juegos de trompos y carritos en Fundación para recorrer el mundo y llegar a Maicao en donde cada día se levanta con ganas de dar gracias a Dios por las bendiciones recibidas y por la oportunidad de servirle a un pueblo que lo acogió, que lo quiere y que le ha dado todo lo que tiene.
Manuel Francisco Arrieta "Francisco", como lo llaman sus amigos, en compañía del profesor Alejandro Rutto Mrtínez y el pastor Baudi Sánchez
La familia, su mejor empresa
Manuel Francisco formó una hermosa familia con la mujer de su vida: Leila Romero. Ella fue siempre su apoyo, su compañía y su ayuda idónea.   Y de esa bella unión nacieron cuatro queridos hijos: Elisa, Sandra, Juan Manuel y Mayerlis.    Elisa culminó sus estudios de medicina y comparte su profesión con el trabajo en la empresa familiar, al igual que Sandra, quien se graduó como abogada.  Juan Manuel ha asumido un rol de mano derecha de su padre y está dedicado a la línea de insumos para panadería y repostería.
Hace algún tiempo la señora Leila Romero partió hacia la eternidad y hoy en día su recuerdo y ejemplo es la inspiración para sus cuatro hijos y sus cuatro nietos.
Hoy la familia se mantiene más unida que nunca. Ellos saben que el amor de Dios le da nuevas fuerzas cada día y que la unidad de la familia les permitirá alcanzar bendición y felicidad.   Y juntos trabajan para que la familia sea su mejor empresa.
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